Que mira que
me avisaron: que el amor dolía.
Que te
rompía por dentro dejando huecos que quizá ya nunca se llenarán.
Pero no hice
caso. Con mi espíritu kamikaze me
entregué. Y di más de lo que tenía.
Quizá a
alguien que no lo valoró o no supo hacerlo.
Y sé que me
lo advirtieron: que iba a sufrir, que no todas las historias tenían finales
felices; que el querer mucho a alguien no significa que ese amor fuera
devuelto.
Y me dio
igual. Te quise como nunca había querido a nadie. Te veía como luz en mis días
más grises y era incapaz de imaginar un futuro si no tenía tu nombre.
Que ya me lo
dijeron: el amor te hiere.
Que te eleva
a lo más alto para luego tirarte al suelo, de un golpe. Y cuanto más alto te
haya hecho llegar, más te dolerá la caída.
Pero me dio
igual. Tus ojos eran mi faro y tus brazos mi refugio. Y me encantaba perderme
en la constelación que formaban tus lunares. Y quedarme dormida escuchando tu
respiración.
Pero sí,
llevaban razón: el amor duele.
Y nadie sabe
cuánto hasta que no le toca.
Porque tu
adiós fue como una bala: rápida y dolorosa. Me dejó sin vida o quizá se me
fueron las ganas de vivir si no eras tú quien iba a mi lado.
El amor
duele.
Mucho.
Y tú,
Tú me sigues
doliendo.