¿Sabéis lo que es pasar un mes y
medio entero sin poder parar de sonreír? ¿No? Yo sí, yo he tenido la
oportunidad y la suerte de pasar 6 semanas con una sonrisa en la cara, sin que
ningún motivo fuera tan fuerte como para quitarme esa gran felicidad que tenía.
La razón es simple: los niños. Este mes y medio de prácticas ha sido el mejor
de mi vida. Nunca nunca me había sentido tan querida, tan importante. Nunca me
habían demostrado tanto cariño, nunca había confiado en mí tantas personas a la
vez. Llegar cada mañana y ver 24 caritas sonriéndome ha sido mi motivo de
felicidad estas últimas semanas. Y es que estos niños me han enseñado a ser
feliz pase lo que pase, que los enfados duran 5 minutos y que todo con un
abrazo se pasa. Sentir esa inocencia y ese cariño día a día me ha hecho
sentirme bien, plena. Creo que hacía tiempo que no me sentía así, que no me
sentía tan feliz y querida durante tanto tiempo. Y es que con ellos el trabajo
no es ningún trabajo, porque no había cosa que me hiciera más ilusión que pasarme
todas las tardes preparando actividades que luego ellos acogían con tanta
ilusión y ganas. ¿Lo mejor de todo? El cariño de los niños y el darme cuenta de
que sí, es a esto a lo que me quiero dedicar toda la vida, a enseñar, a verlos
crecer, a ayudarles a que encuentren su camino, a ver cómo aprenden a leer, a
escribir...Porque lo mejor de este mundo son los niños y yo quiero pasar mi
vida a su lado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario